Una guerra de 10 años decidida en una noche
En su época de mayor apogeo, Grecia estaba inmersa en numerosas guerras y conflictos militares. Uno de sus enemigos más frecuentes era la ciudad de Troya, a la que en 1194 a.C., hacia el final de la Edad de Bronce, se enfrentaba nuevamente. Esta vez, el conflicto era por Helena de Esparta, esposa del rey Menelao y una de las mujeres más hermosas del mundo, que se había fugado con el príncipe Paris de Troya. Menelao le había encargado la tarea de traerla de vuelta a su hermano, el rey Agamenón, cuyo ejército, según algunos relatos posteriores, contaba con decenas de miles de soldados, aunque los historiadores modernos dudan de esa afirmación.
Por otro lado, el ejército de Troya, liderado por el rey Príamo, era más bien una fuerza defensiva que un verdadero ejército, destinado a custodiar las inmensas murallas que protegían la ciudad. Estaban menos preocupados por la valentía y la gloria que por evitar que cualquier superpotencia geopolítica beligerante cercana los destruyera.
El ingenio de Odiseo y el regalo envenenado
La guerra entre griegos y troyanos había alcanzado un punto muerto después de 10 años de lucha. Las imponentes murallas y los refuerzos que rodeaban a la ciudad Troya eran impenetrables, y el ejército griego había agotado sus recursos intentando infructuosamente penetrar las defensas por pura fuerza. Parecía que engañar a los troyanos era su única solución.
Es aquí que surge el ingenioso héroe griego Odiseo, quien es tradicionalmente reconocido como el ideólogo del Caballo de Troya, aunque Homero explicó que en realidad fue inspirado por la diosa Atenea, diosa de la estrategia y la sabiduría. Sea como sea, según la leyenda, Odiseo puso a un grupo de talentosos constructores e ingenieros griegos a trabajar en la construcción del gigantesco caballo de madera, y cuando estuvo listo, lo dejaron afuera de las puertas de Troya como regalo para el dios Apolo antes de que el ejército griego zarpara en sus barcos.
Solo un soldado, Sinón, se quedó atrás para anunciar la «rendición» de Grecia e informar a Troya del «regalo» que se les había dejado. Utilizando su mejor psicología inversa, Sinón le dijo al rey Príamo que el gigantesco caballo era tan pesado que los débiles troyanos no podrían llevarlo a su ciudad. Pero el rey troyano, cegado por la arrogancia, ordenó a sus hombres que arrastraran el obsequio de los griegos a través de las puertas.
Lo que no sabían los troyanos era que en su interior se escondía un grupo de soldados griegos esperando la noche para atacar. Fue así como mientras Troya celebraba su falsa victoria, los guerreros griegos ocultos salieron del Caballo, abrieron las puertas de la ciudad a sus compañeros que habían regresado sigilosamente, y consumaron la conquista. Troya cayó, sus habitantes fueron esclavizados y Helena recuperada (o forzada a regresar).
¿Realidad o ficción?
La historicidad de la Guerra de Troya y del Caballo de Troya sigue siendo un debate entre historiadores. Nuestras fuentes principales, como la Ilíada de Homero y la Eneida de Virgilio, son obras literarias que mezclan hechos históricos con mitología griega.
¿Fueron realmente tan ingenuos los troyanos? ¿O la historia del Caballo de Troya es tan solo una metáfora inventada para exaltar la astucia griega? Sea cual sea la respuesta, aunque los detalles de la guerra siguen siendo un misterio, la leyenda de la caída de Troya sigue cautivando la imaginación de las personas hasta el día de hoy.