Los Chávez, una dinastía cercada por la fama, los millones y el exceso

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La penúltima recaída de Julio César Chávez Junior en su adicción a las drogas (con esta enfermedad nunca se puede afirmar que sea la última) parece haberse puesto bajo control. El hijo del «César del boxeo mexicano», aquel que fuera rival de Sergio «Maravilla» Martínez en la inolvidable pelea del 15 de septiembre de 2012 en Las Vegas, cayó otra vez demasiado bajo y debió ser internado en una clínica de rehabilitación de la que se le dio el alta esta semana.

Trágico e ineludible parece ser el destino para la familia Chávez. El apellido está inevitablemente ligado a la fama, la gloria y la fortuna. Pero también a las adicciones duras y a los escándalos. Julio padre fue un extraordinario campeón mundial de boxeo que ganó cinco títulos del mundo en tres divisiones diferentes (superpluma, liviano y superliviano). Para muchos, el más grande y célebre deportista mexicano de la historia. Pero su carrera fue un enredo constante entre la épica y los excesos. Sus noches fueron tan grandes como largas y millones de dólares se le escurrieron de las manos entre los pliegues y los repliegues de una vida desordenada y desmedida. Y los tejes y manejes que hizo alrededor de él Don King, el inescrupuloso mánager de sus tiempos más pródigos.

Don King y Chávez padre, tras el triunfo sobre Frankie Randall en Las Vegas en 1994. (AFP)

Sin embargo, Julio padre pudo emerger de la oscuridad, reordenarse y vivir sin que su fama y las pésimas compañías se lo devorasen. Creyó que su hijo mayor, que eligió recorrer su mismo camino con todo lo bueno y lo malo que tuvo, podría ser mejor que él sin cometer sus errores. Pero a Julio (o Julito) no le quedó vicio por transitar. A sus 37 años su carrera pugilística de 53 triunfos (34 antes del límite), 6 derrotas y un empate ya no tiene rescate, por lo menos para el primer nivel. Y ahora lucha sólo por ganar todos los días el combate por la vida.

Chávez Junior aceptó que tuvo un cuadro grave y que nunca se había puesto tan mal, en una entrevista que dio la semana pasada para el podcast No Puedes Jugar Boxeo. Aunque no quiso dar mayores detalles al respecto, dejó entrever que alguien lo influenció de mala manera para consumir una sustancia que lo puso mal y que se negó a identificar.

«Yo tomé unas cosas y sabes que eran otras cosas, no te voy a decir ni qué ni cómo, pero tomé unas cosas que nunca había probado y ni cuando estuve mal me puse así. Me equivoqué pero mi mentalidad es la misma”, dijo Julito quien en otro tramo de sus declaraciones agregó: “Creo que me ayudaron más para que te des cuenta que un descuido, si haces caso y te llevas con alguien, te puede fregar. No me lo esperé y me puse… ¡increíble, nunca me había visto así! Pero gracias a Dios otra vez retomé camino, me desintoxiqué”. La especulación de algunos medios de prensa mexicanos es que en medio de un estado depresivo, Julio se habría excedido en el consumo de ansiolíticos que al decir de su padre «le inflamaron el cerebro» y pusieron en serio riesgo su existencia.

Julio padre sabe lo que es vivir en medio de una nebulosa. Alguna vez en medio de una crisis de abstinencia profunda, destruyó a piquetazos las paredes de una mansión en Acapulco porque decía que unos espíritus malignos alojados allí le impedían llevar una vida normal. Otra vez dijo haber gastado 500 mil dólares en diez días sin acordarse en qué y para qué. «No le da valor a las cosas», llegó a decir Alba Amalia Carrasco, su primera esposa y la madre de Julio Junior, aterrada por los capos narcos que rodeaban a su esposo para ofrecerle drogas y negocios fáciles.

Julito solo pudo ser campeón de los medianos del Consejo Mundial (el título que le ganó Maravilla). Pero vivió a la sombra del magnetismo de su apellido. Y estuvo igualmente cercado por las malas compañías que lo condujeron por los peores caminos. En la última pelea que realizó en 2021 ante el peruano David Zegarra en la feria ganadera de Culiacán (Sinaloa), las cámaras de televisión lo mostraron en los intervalos entre round y round inhalando una sustancia que él dijo que le permitía respirar mejor.

Su padre y sus hermanos (Omar también boxeador y con problemas de ludopatía; Cristian y Nicole, hija de Miriam Escobar, la segunda esposa de su padre) y también su mujer Frida Muñoz quisieron convencer a Julito de las ventajas de una vida vivida a la luz del sol y de la necesidad que resuelva sus problemas emocionales. Y sólo han tenido éxitos momentáneos. Julito los escucha y jura que les hará caso. Pero su voluntad es débil y su círculo de amistades, muy malo. Por eso cae y recae en la adicción. Su padre, Julio César Chávez, la leyenda mayor del boxeo mexicano, alguna vez pasó por todo esto y pudo salir como el gran campeón que fue, con los brazos en alto. Su hijo encara la misma pelea. Pero siempre le queda un round mas por afrontar. Y no sabe cuando habrá de sonar el último campanazo.