«Es importante no trasmitir un mito, el suicidio sí se puede prevenir» POR ELIZABETH MAIER

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“Uno de los factores de riesgo del suicidio son los eventos vitales negativos y, dentro de ellos, puede ser cualquier situación de estrés. La gran mayoría de los disparadores de crisis emocionales son eventos privados como pensamientos, emociones y sensaciones corporales. Entonces, deben haber estado sucediendo distintas variables que controlan la conducta suicida, independientemente del aparente éxito laboral. Los problemas económicos aumentan la vulnerabilidad a una crisis, pero la realidad es que es multicausal. No hay una sola causa que lo explique completamente”, explica el médico especialista en Psiquiatría, investigador y magíster en Neuropsicofarmacología, Demián Rodante.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se suicidan cerca de 700.000 personas y es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 19 años. Hoy, en el último día del mes de la prevención del suicidio, Rodante resalta que aunque no sea predecible, es clave saber que sí es prevenible.

The Wall Street Journal publicó una nota sobre el caso de Arnal con énfasis en lo sorpresivo que fue para sus colegas. Jan Zijderveld, el ex director ejecutivo de Avon Products, había cenado con Arnal y su esposa algunas semanas antes de su muerte y declaró que lo había visto optimista y animado durante toda la cena. «Pude ver el estrés en él», dijo Zijderveld, pero describió a Arnal como “el tipo de persona que lleva el mundo sobre sus hombros».

“A pesar de las buenas intenciones, la realidad es que a veces se transmite la idea de que no se puede hacer nada, se trasmite desesperanza y miedo. Poner la foto de alguien que aparentaba estar lo más bien y que después el desenlace sea el temido, genera más miedo, pánico, no es una buena estrategia”, señala Rodante, que ejerce en la Fundación FORO para la Salud Mental, es jefe de la Sección Psiquiatría Servicio Magnan del Hospital Neuropsiquiátrico “Braulio A. Moyano” e investigador en el Instituto de Farmacología de la Facultad de Medicina de la UBA.

Demián Rodante, médico psiquiatra; jefe de la Sección Psiquiatría Servicio Magnan del Hospital Neuropsiquiátrico “Braulio A. Moyano”; investigador del Instituto de Farmacología de la Facultad de Medicina de la UBA; magíster en Neuropsicofarmacología; coordinador Clínico de Psiquiatría y del Área Investigación de la Fundación FORO.

Demián Rodante, médico psiquiatra; jefe de la Sección Psiquiatría Servicio Magnan del Hospital Neuropsiquiátrico “Braulio A. Moyano”; investigador del Instituto de Farmacología de la Facultad de Medicina de la UBA; magíster en Neuropsicofarmacología; coordinador Clínico de Psiquiatría y del Área Investigación de la Fundación FORO.

Hablar de suicidio

El Ministerio de Salud de la Nación advierte en su página web que no hay una relación directa entre el sufrimiento que padece quien desea terminar con su vida y los padecimientos o enfermedades mentales.

– ¿Qué está probado científicamente sobre esta relación?

“Los estudios científicos señalan que los trastornos mentales aumentan el riesgo de suicidio, por lo que una persona que tiene un determinado trastorno tiene más probabilidades de morir por esa causa que una persona que no lo tiene. Ahora bien, no es necesario ni suficiente tener un trastorno para tener ideas o conducta suicida. De hecho, los estudios dicen que el 10% de las personas que mueren por esta causa no padecen ningún trastorno mental. Según hallazgos más recientes el porcentaje es incluso mayor”.

– ¿Crees que esta idea puede generar la sensación de que ‘no se puede hacer nada’?

“El suicidio es un fenómeno complejo, no es una regla matemática, no es una cuestión de sumar características que determinen que una persona va a matarse o no. Ahora bien, creo que a veces las campañas de prevención transmiten un mensaje erróneo o un mito, porque el suicidio sí se puede prevenir. Hay estrategias que han demostrado reducir el riesgo, que es la detección temprana y el tratamiento específico. Hay prácticas basadas en la evidencia científica que funcionan”.

– Entonces, ¿cuál crees que debe ser el mensaje?

“Hace poco leí una nota en un diario muy conocido en la que un familiar de una persona que murió por suicidio relataba su experiencia y contaba que a partir de eso decidió ayudar, porque entendió, ‘cayó en la cuenta’. Entonces, el mensaje de la nota era que suceden cosas buenas a partir del suicidio. Pero es un concepto erróneo porque no tenemos evidencia de que mejore la vida de nadie. El mensaje tiene que ser a favor de la vida, lo que hizo la persona en vida y no lo que sucede después”.

Preguntar, escuchar y acompañar

Marsha Linehan vivió en primera persona la conducta suicida. Tras años de internaciones infructuosas y diagnósticos erróneos, la salvó “tener una razón para seguir viviendo”, consigna que convirtió en su misión de vida. Ahora es una psicóloga reconocida a nivel internacional, autora de libros como Building a Life Worth Living, referente en prevención del suicidio y creadora de la terapia dialéctica conductual o DBT para para tratar los síntomas característicos del trastorno límite de la personalidad.

Linehan resalta que la persona que tiene conductas suicidas piensa que se sentirá mejor cuando esté muerta, por eso propone un enfoque pensado en “cómo vivir una vida que valga la pena ser vivida”.

– Además del estrés como en el caso de Arnal, ¿qué otros indicios pueden servirnos de alerta?

“Las señales de alarma además del estrés son el autorreporte de ideas suicidas, que la persona cambie comportamientos, que deje de hacer cosas o empiece otras (como aislarse socialmente), arreglar cosas de la vida y la muerte (como testamentos), mostrarse desesperanzado, sentir que nada va a cambiar ni mejorar, disminución de la capacidad para sentir placer, que haya un comportamiento suicida de algún conocido, referente o famoso, haber perdido a alguien recientemente, la insatisfacción con la terapia si se tuvo conductas suicidas en el pasado, la intoxicación aguda con alguna sustancia, la disminución de la performance laboral, problemas de sueño, de concentración, entre otras”.

Ante la inevitable pregunta de qué se puede ser al advertir estas señales de alerta, Rodante enseña el acrónimo PEDRA:

P: «Preguntar siempre es mejor que no hacerlo, muchas veces, en muchas ocasiones y de forma directa. Por ejemplo: ‘¿Estás pensando en matarte?’

E: Escuchar la respuesta de forma atenta, dispuesta, presente. A veces las personas quieren hablar del tema y mostrar disponibilidad es necesario y suficiente, sin emitir juicios de valor.

D: Disuadir de que es una mala idea, que es una solución poco efectiva, que hay otras y que recibirá ayuda para resolver sus problemas. Se trata de disuadir sin confrontar.

R: Referir y conseguir ayuda especializada, acompañar a un tratamiento. Es importante no terminar la conversación en el aire, a veces hay una única oportunidad para hablar de una forma honesta, empática y compasiva respecto al suicidio. La clave es que la persona declare en voz alta que se compromete a pedir ayuda.

A: Acompañar, ya que muchas veces el acceso a recibir ayuda es complicado, por lo que acompañar a una consulta con un profesional de la salud mental es relevante».

A pesar de la muerte de Arnal, la historia de Linehan atestigua que “hay caminos posibles”, como repite Rodante.

Es importante generar esperanza, desarrollar habilidades de autocuidado, no solamente alimentación, sueño, control de enfermedades clínicas o vulnerabilidades biológicas, sino también la disminución del consumo de sustancias, hacer ejercicio y, principalmente, hablar