Historias de pobreza extrema y vulnerabilidad en Catamarca

Comparte si te ha gustado

Luisa, quien está a cargo del Comedor Comunitario El Ángel, ubicado en Mota Botello entre Armando Correa y Avellaneda y Tula de la ciudad Capital de Catamarca; contó a Catamarca/12 las dificultades que atraviesan para poder brindar el servicio a causa de la poca ayuda que reciben del Estado, a lo que se suma que a algunos jóvenes que trabajan para la elaboración de los alimentos, les dieron de baja en sus planes de empleo por los manejos de un movimiento que, supuestamente, debería ayudarlos.

La mujer, que se definió a sí misma como “resiliente”, ya que “soy una sobreviviente de la trata de personas y de la violencia de género”; relató que la idea del comedor surgió hace casi 14 años “a base de mujeres en situación de calle, de trabajadoras sexuales, de chicos con adicciones, con discapacidad y otra gente en estado de vulnerabilidad de la zona. Tomé la iniciativa de abrir el comedor para poder contener a toda esta gente de bajos recursos”.

Relató que algunos de los miembros que trabajan en el comedor habían comenzado a percibir el beneficio de Potenciar Trabajo desde el año pasado mediante una gestión del Movimiento Barrios de Pie y 22 de agosto, pero “nos dieron la baja porque no quisimos dar el aporte que iba para ellos, pero nosotros somos un Comedor comunitario, no estamos sacando ningún beneficio”, aclaró, a la vez que dijo que por haber recibido el plan nacional, dejaron de percibir la colaboración de Desarrollo Social.

“Estamos activos y la gente está trabajando”, dijo, a lo que añadió que los dirigentes del movimiento les pedían que asistan a cortes, piquetes y manifestaciones, que “ponen en riesgo a los chicos. Nos pedían que dejemos todo el trabajo del comedor y vayamos a los piquetes y capaz que reciben un palazo de la policía. Como seres humanos, llegaron a lo más despreciable, porque le están sacando el único peso que tiene la gente”.

Haciendo una descripción de la forma en que se sustentan, Luisa contó que “vamos al Mercado de Abasto y rescatamos la verdura que hay de descarte, hacemos lo que podemos con lo poco que hay, porque no tenemos una garrafa, un anafe ni un freezer y ahora se nos rompió la heladera. Hacemos fuego para cocinar y andamos con las ollas cruzando el río”, contó, a lo que agregó que se encuentran a la espera de recibir semillas para iniciar una huerta, lo que se les prometió desde Desarrollo Social.

La mujer indicó que además gestionan becas para las personas con discapacidad e incluso han logrado obtener ayudas económicas para algunos chicos del comedor que necesitaban recibir atención médica de complejidad en el Hospital Garraham de Buenos Aires.

“Tenemos mujeres que sufrieron violencia de género, que tienen niños que fueron abusados y gente en estado de vulnerabilidad. La 22 de agosto se supone que son feministas pero lo que pudieron sacar, nos sacaron”, se quejó amargamente. “Los planes salen del gobierno nacional, ellos se los dan a quienes quieren, pero mientras vos hagas lo que te pidan y les des el ‘aporte’, pero para los chicos, es el único ingreso que tienen”.

“Acá vienen a comer chicos que son trapitos, mamitas que solo tienen una Asignación y que por la noche tienen que salir a la calle (a ejercer la prostitución) porque no les alcanza. Si supieran el trabajo que hacemos y por las humillaciones que tenemos que pasar”.

Luisa destacó que como parte de la tarea solidaria que realizan, se organizan para festejar fechas importantes, como el Día del Niño o el Día de la Madre, etc. “Organizamos esos eventos haciendo rifas y sin la ayuda de nadie, para homenajearlos. Ahora para el Día de la madre, juntamos a un grupo de 15 peluqueras y les vamos a hacer tintura, un cortecito o un baño de crema a las mamitas que viven a la orilla del río y no pueden arreglarse el cabello. Vamos a hacer una rifa para conseguir lo que haga falta y una peluquería (Coqueta) ya nos dijo que nos iba a donar para que les podamos hacer ese regalito. Esas mamás no tienen un peso y algunas trabajan de ayudantas de albañiles”, contó.

“Acá no hacemos diferencia entre blancos y negros, si son hombres, mujeres o de la diversidad -que estas chicas son muy marginadas- y no hay religión; lo que intentamos es brindar una ayuda y que el comedor se mantenga vivo. No somos invisibles, acá hay gente que vive en una casilla de plástico y en medio de la pobreza. Igual seguimos a la deriva y la prostitución sigue, porque es la única forma en que las mujeres pueden llevar el pan a la mesa y algunas de ellas ya son abuelas”.

 

“Yo estoy retirada de todas esas cosas y el comedor es algo que sirve para darles contención, pero seguimos en la lucha y no sé que más hacer, pero aunque todo esto te quite las ganas de seguir trabajando, vamos a continuar”, concluyó.