Un día como hoy de 1314, Jacques de Molay, el último Gran Maestre de los Caballeros Templarios, era condenado a muerte en la hoguera. La vida de Jacques de Molay estuvo marcada por el servicio y la traición, culminando en su ejecución, pero no sin antes vengarse de sus perseguidores. ¿Cómo? Les lanzó una maldición que se cumplió poco después.
La persecución de los Caballeros Templarios
Jacques de Molay nació en 1243 y se unió a los Templarios con apenas 22 años, llegando a convertirse en su líder en 1292 en tiempos oscuros para la Orden. Los Templarios, que alguna vez habían sido reverenciados por su valentía en las Cruzadas, gracias a las cuales se habían hecho increíblemente ricos, se habían convertido en víctimas de la avaricia y la manipulación política.
Era tanto el dinero que poseían que se convirtieron en usureros, teniendo a su merced no sólo a los ciudadanos más ricos sino inclusive al mismísimo rey. Pues en una oportunidad el rey Felipe IV de Francia, desesperado por dinero, se vio obligado a recurrir a los Templarios. Sin embargo, cuando no pudo pagar sus deudas, comenzó una campaña difamatoria contra la Orden. Así fue como, en 1307 y con el aval del papa Celemente V, ordenó la detención y ejecución masiva de los templarios, acusándolos de herejía, blasfemia y otras calumnias.
Por entonces, Jacques de Molay, de 71 años, y muchos otros templarios fueron arrestados y sometidos a tortura para obtener confesiones falsas. A pesar de la brutalidad de las torturas, Molay se mantuvo firme en su inocencia inicialmente, pero después de años de tortura, confesó bajo presión.
Jacques de Molay: muerte y maldición
El 18 de marzo de 1314, en el corazón de París, frente a la catedral de Notre Dame, Jacques de Molay fue quemado en la hoguera, acusado de herejía y otros crímenes. Pero según los relatos de la época, mientras ardía en la hoguera, el último Gran Maestre proclamó la inocencia de la Orden y lanzó una maldición contra sus perseguidores. Anunció que en el siguiente año, tanto el rey como el papa que lo condenaron morirían, y la estirpe de Felipe no gobernaría nunca más en Francia.
La maldición pareció cumplirse cuando el papa Clemente V falleció de una grave enfermedad y, seguido de él, también cayó el rey Felipe IV al año siguiente de un derrame cerebral. Los hijos y nietos del rey tuvieron un destino similar, muriendo de manera violenta a lo largo de 14 años. La Dinastía de los Capetos, a la que pertenecía Felipe y que había gobernado Francia durante 300 años, dejaba de existir.
A pesar de su trágico final, la historia de Jacques de Molay fue reevaluada en tiempos modernos y la inocencia suya y de toda la Orden fue reconocida en las últimas décadas. En 2001 el Vaticano publicó un documento que absolvía a los Templarios de las acusaciones de herejía y, años más tarde, en 2007, el papa Benedicto XVI reconoció que la condena de los Templarios fue injusta y que Jacques de Molay fue una víctima de las intrigas políticas de su tiempo.