Perdió a su único hijo pero logró cambiar el dolor por amor y hoy alimenta a más de 30 niños en su casa

Comparte si te ha gustado

Claudia Altamiranda, madre de Thiago Tomás Anselma, un niño de nueve años que perdió la vida en noviembre de 2022 después de una larga batalla contra la leucemia, enfrenta el dolor de su pérdida con valentía. Agradece a los médicos, las personas y a Dios por haberle dado la vida de su ángel durante unos años. En honor a su hijo, abrió un merendero-comedor llamado «Una caricia al alma», que ha estado funcionando durante un mes.

Aunque no pudo cumplir el sueño de tener su propia casa y todavía espera el Instituto Provincial de la Vivienda (IPV), Claudia está decidida a seguir el deseo de Thiago. En su hogar, el mismo en el que su hijo pasó sus primeros y últimos días, ofrece almuerzo y merienda a 50 niños, en su mayoría, financiándolo de su propio bolsillo.

Claudia recuerda cómo Thiago siempre fue generoso con los demás, compartiendo sus juguetes con otros niños. Él soñaba con hacer sándwiches de milanesa para todos cuando tuvieran su propia casa. Aunque no pudo cumplir ese sueño, Claudia lo hace en su nombre. Thiago tuvo una vida digna y no le faltó nada. Claudia considera que Dios le dio mucho más de lo necesario, y abrir el merendero es su manera de devolver un poco de lo que Thiago recibió. Lo llamó «Una caricia al alma» porque para ella significa poder ayudar a los niños, brindándoles comida, ropa y una sonrisa. Aunque es difícil para ella, también ve a su hijo recibiendo todo ese amor.

El merendero fue inaugurado hace un mes, exactamente seis meses después de la muerte de Thiago. Claudia cuenta cómo su hijo se enfermó en diciembre de 2015, a los dos años de edad, y aunque superó la quimioterapia en 2017 y pudo asistir al jardín, tuvo una recaída en 2019. Su enfermedad se volvió irreversible y, a pesar de algunos obstáculos, siempre encontraron una solución gracias a la ayuda médica.

Claudia destaca la ayuda que recibió y cómo luchó por los derechos de su hijo para que tuviera una vida digna. Finalmente, en marzo de 2022, recibieron la triste noticia de que el cáncer había regresado y ya no había solución. Aunque se les ofreció volver a comenzar el tratamiento, decidieron que Thiago no debía sufrir más. Regresaron a casa y, durante un tiempo, Thiago estuvo bien, hasta que el dolor se intensificó en agosto. La situación empeoró en octubre, pero Thiago decidió volver a casa para jugar con sus amigos. Claudia quería cumplir con su deseo hasta el último momento.

El 25 de noviembre, por la noche, Thiago finalmente se fue. Sin embargo, su esencia y existencia siguen vivas, impregnadas en su habitación llena de recuerdos, en los pasillos de su hogar y en los carteles que sus vecinos le dedicaron como tributo al «superhéroe» del barrio. También se encuentran en su bicicleta y su cuatriciclo, regalos del Hospital Garrahan, y en cada plato que su madre prepara en su honor. «Él cambió mi vida por completo; cuando pasas por algo así, todo cambia. Lo cotidiano ya no tiene sentido; priorizas el cuidado espiritual todo el día». Antes de poder continuar, es interrumpida; es hora de empezar a cocinar.

Claudia, junto con sus dos ayudantes, ofrece almuerzo dos días a la semana y merienda otros dos días a los niños. Además, reciben donaciones de ropa para niños de entre tres y 14 años. «La mayoría de ellos los conozco desde que eran pequeños porque viven cerca del canal y venden limones; algunos incluso fueron compañeros de mi hijo. Él me da la fuerza para seguir cada día; no me importa cómo, solo quiero que los niños puedan tener una comida. Algunos días recibimos ayuda, pero los ingredientes más costosos, como la carne, el pollo y el aceite, los compro de mi propio bolsillo. Hay personas que colaboran con la tortilla, el azúcar… y yo pienso que si la gente tuviera un poco más de empatía, podríamos ayudar mucho más. No me importa lo que piensen los demás (ha recibido críticas por su labor), lo hago desde una perspectiva humana y porque siento la necesidad de agradecer todo lo que me han dado», afirma con convicción.

Mientras conversa, Claudia y su amiga Silvana Lombardini comienzan a cortar verduras para preparar albóndigas con salsa, el almuerzo de los niños. «Salen de la escuela y a la una ya vienen a buscar la comida, así que tenemos que apurarnos», dice.
Así es como pasa sus días, pero aclara que no le cuesta mucho. Antes de que Thiago se enfermara, tenía un servicio de delivery; su padre tenía cocinas y se dedicaba al catering, así que creció en ese ambiente. Para ella, todo esto es fácil; sabe cómo hacer que los ingredientes rindan y que la comida alcance para todos.

Sin embargo, la idea no es que Claudia tenga que hacer malabarismos, por eso aceptan donaciones de alimentos no perecederos, ropa, juguetes, utensilios de cocina o dinero. Las donaciones se reciben en el domicilio de Claudia, donde funciona el merendero, en Barrio AGET, block 17, departamento seis. Para obtener más información, se pueden comunicar con ella por teléfono al 3813416142 o a través de Instagram: @unacariciaalalma.merendero.