Informe de Cippec sobre labores domésticas y de cuidados El trabajo que no se ve

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El Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe de 1983 declaró al 22 de julio como el Día Internacional del Trabajo Doméstico con el objetivo de contribuir al reconocimiento y visibilización de esta tarea. Sin embargo, el trabajo doméstico, pago o no, es todavía hoy uno de los menos valorados socialmente. Entre principios de 2020 e inicios de 2021, 433 mil trabajadoras domésticas perdieron su empleo. Feminizado, precarizado y de los peor pagos, el trabajo doméstico remunerado fue el más perjudicado por la pandemia de covid-19 y el que se recupera más lento.

Los datos se desprenden del informe “Esenciales pero no reconocidas: las trabajadoras domésticas remuneradas y el impacto de la pandemia” elaborado por Cippec. “Entre el primer trimestre de 2020 y el primero de 2021, 433 mil trabajadoras domésticas perdieron su empleo, caída que alcanzó un pico de más de 500 mil durante el segundo trimestre de 2020, el período más agudo de la crisis. Estos datos reflejan dos fenómenos en simultáneo: el trabajo doméstico remunerado fue el más golpeado por la pandemia y, además, es el que más lento se recupera. Los 433 mil puestos de trabajo perdidos entre inicios de 2020 y principios de 2021 representan casi el doble que los 241 mil empleos perdidos en hoteles y restaurantes, la segunda rama de actividad más afectada. En lo que hace al ritmo de reactivación del sector, la situación a inicios de 2021 evidenciaba una recuperación de apenas el 18% con respecto al segundo trimestre de 2020, muy por debajo de la media”, dice el informe.

Agrega además que durante el segundo semestre de 2021 (datos del Indec), la actividad del servicio doméstico alcanzó una tasa de pobreza femenina del 48%, la más alta por rama de actividades realizadas por mujeres. En ese sentido, la economista Candelaria Botto dijo a Página/12 que hoy la mayor parte de las trabajadoras no cobra más de 200 pesos la hora.

La situación trasciende las fronteras. Según OIT, Argentina está entre los países de la región con mayor proporción de mujeres empleadas en el servicio doméstico, junto a Paraguay y Brasil. Sus ingresos son iguales o inferiores al 50% del promedio de todas las personas ocupadas, a pesar de que en casi todos los países existe un salario mínimo establecido legalmente.

En América Latina y el Caribe, según datos de Cepal y OIT, se puede estimar que entre 11 y 18 millones de personas se dedican al trabajo doméstico remunerado, de las cuales el 93% son mujeres. Más del 77,5% de las mujeres empleadas en el sector lo hacen en condiciones de informalidad.

Trabajo doméstico no remunerado

Otros datos del informe de Cippec hablan del trabajo doméstico no remunerado, realizado en un 98 por ciento de los casos por mujeres. “En Argentina, 92% de las mujeres realiza trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, mientras que el 74% de los varones lo hace. Ellas dedican un promedio de 6,4 horas por día a esas tareas y ellos, 3,4 horas diarias (promedio)”. ¿Cómo repercute en la precarización del trabajo doméstico remunerado el hecho de que el trabajo doméstico, de cuidados, sea todavía invisibilizado y no pago? “Las trabajadoras de casas particulares son las primeras en ponerle precio a un trabajo que históricamente se hizo de manera gratuita y no reconocida por parte mayoritariamente de las mujeres. Es interesante notar cómo socialmente se remunera tan bajo esa tarea que históricamente hicimos de manera gratuita. Entonces hay una relación clara en la valoración social de esos trabajos. Y frases como ‘no trabaja, es ama de casa’ hablan de que no es un trabajo profesionalizado, se piensa que no demanda tanto, que se hace al pasar, casi como si fuera una cualidad biológicamente femenina. La falta de derechos laborales, el bajo reconocimiento económico y social hablan de lo mismo en su aspecto no remunerado”, dijo Botto, que además es directora de Ecofeminita.

Resultado de esta precarización e invisibilización de la tarea, es que en nuestro país, según datos del Cippec, casi el 90% de las mujeres llega a la edad jubilatoria sin los 30 años de aportes necesarios para acceder a este derecho por medio del régimen general. En el tercer trimestre de 2021, solo el 46% de las mujeres argentinas estaban insertas en el mercado de trabajo, mientras que entre los varones esa cifra alcanzaba el 64%.

“Lo que se ve en la mayoría de las moratorias en nuestro país es que la mayoría son mujeres que estuvieron dedicadas a un trabajo informal o al trabajo en sus hogares y al cuidado de hijos e hijas. En ese sentido es importante el reconocimiento que se hace hoy en día a los años de aporte por maternidad. La brecha en los ingresos también se da en las jubilaciones”, explicó Botto. Según datos elaborados por Ecofeminita en base a EPH-INDEC, mientras en personas ocupadas la brecha salarial entre varones y mujeres es del 24 por ciento, entre personas jubiladas es del 13.

La mayoría de las mujeres se jubila por moratorias porque no alcanzan a cumplir los años de aporte en el trabajo formal y terminan siendo las que menos ganan dentro del universo de los jubilados: “Las jubilaciones más altas son de varones que sí trabajaron en el trabajo pago mientras las mujeres estaban en las casas cuidando”, dijo Botto.

Según el documento de Cippec “La cuestión de género en el sistema previsional argentino”, en 2020, solo el 12% de las mujeres de entre 55 y 59 años con una trayectoria consolidada en el mercado laboral tenía 20 años o más años de aportes al sistema, en comparación con el 29% de los varones del mismo rango etario.

La Ley 26.844 que creó el Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares significó una ampliación de derechos (licencias, obligatoriedad de la cobertura por riesgos de trabajo y asignaciones familiares del sistema no contributivo, entre otros) sin embargo no es suficiente. ¿Qué políticas serían necesarias para que deje de ser el trabajo más informal y peor remunerado? “Hoy tenemos una medida importante con el Registradas (que busca fomentar el registro de las trabajadoras), que significa un nuevo impulso, aunque tenemos que decir que todavía falta mucho”, apuntó Norma Sanchis, socióloga y presidenta de la Asociación civil Lola Mora. Botto coincidió y apuntó que faltan más campañas de difusión de ese tipo de políticas.

 

Entre los obstáculos las dos expertas hablaron de la débil frontera entre el ámbito público y el privado en que se desenvuelve este trabajo. “Hay mucho para avanzar en la sindicalización y en la potencia de las trabajadoras de casas particulares”, agregó Botto. Desde Cippec coincidieron en ambos aspectos, y plantearon la necesidad de fortalecer las políticas de fiscalización laboral para verificar el cumplimiento de la normativa vigente e impulsar la registración, así como reducir la brecha salarial entre las trabajadoras domésticas y el resto de las ocupaciones.