Cómo se formó el basural a cielo abierto de ropa en Atacama que ardió en un incendio con un alto costo ambiental

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A pocos kilómetros de Iquique, en pleno desierto de Atacama, se amontonaban montañas de ropa de segunda mano descartada, que acabaron en ese improvisado basural que se incendió, aunque no se saben las causas, y emite gases tóxicos mientras las prendas se descomponen por el fuego.

Este basurero clandestino se fue ampliando por los descartes de 59.000 toneladas de ropa que llegan cada año a Chile —el primer importador de prendas de segunda mano de América Latina— a través de la zona franca del puerto de Iquique, a 1.800 kilómetros al norte de Santiago. Cerca de 39.000 toneladas acaban allí, sin ser revendidas.

El incendio, cuyas causas son investigadas, complicó a las poblaciones que viven en el basural, que se ganan la vida vendiendo esa ropa descartada y, además, el humo fue llegando a las ciudades cercanas, contaminando el aire de amplios sectores de Iquique.

La historia del basural

El hilo tuitero del periodista Jason Mayne, su informe en Telenoche, el documental The True Cost, dirigido por Andrew Morgan, las dos millones de notas acerca de moda sustentable a mil dólares la prenda. Todo suma para visibilizar cuestiones importantes que ya fueron exploradas con innegable maestría hace más de veinte años. No me refiero a ninguna investigación ganadora del Pulitzer, sino a la película Zoolander. Derelicte sigue siendo el mismo chiste triste que en 2001; las tendencias pasan pero las verdades perduran.

Si la comedia es tragedia más tiempo, en la industria de la moda los años se miden distinto porque la desgracia se alimenta del consumo. Honremos el hilo de Mayne y tratemos de explicarlo en un tuit: en el desierto de Atacama hay un basural de ropa a cielo abierto donde se acumulan al menos cien mil toneladas de prendas, muchas de ellas jamás usadas. Sobreproducción, contaminación y miseria. Después podemos hablar de cuántos litros de agua se utilizan para lavar un jean o de ese desastre ecológico del mayor basurero fashion del mundo que es Ghana, pero Mugatu sabía lo que hacía.

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Hace dos décadas, el villano de Zoolander, interpretado por el gran Will Ferrell, creaba su colección Derelicte, dedicada a un estilo de vida inspirado en “los sin techo, los vagos y los adictos al crack que hacen tan única a esta ciudad”, y la presentaba en una ficticia New York Fashion Week. O no tanto, porque a algunas etiquetas de lujo, como Giambattista Valli, Lanvin o JW Anderson, se les ocurrió que era divertido vender tote bags que imitaban bolsas de residuos, abrigos harapo style, tecnogadgets similares a cajitas de cartón corrugado y generar una estética posapocalíptica, hija tuerta de Blade Runner y Mad Max. La moda te vende todo, hasta sus miserias. Y si no lo logra es imposible llevártelo a casa como ese ansiado paquetito de sobras navideñas. Las marcas descartan o queman.

Recordemos el escándalo que tuvo la cancelación a Burberry, cuando se supo que habiendo ganado 3,6 mil millones de dólares destruyó otros 36,8 mil millones de su merchandising. Parece absurdo, pero lo mismo hacen Louis Vuitton, Nike, H&M o exclusivas líneas de relojería destinadas al segmento de lujo.

Cuenta una leyenda porteña que, hace años, cierta primera marca internacional, de las pocas que subsisten en la Argentina, organizaba ferias secretas para amigos a precios ridículos porque lo que no se vendía iba a parar a la quema. No me consta, nunca escribí esto, me hackearon la nota. Basta con leer los comentarios que le dejaron a Jason Mayne para darse cuenta.

Un modelo basado en el exceso y el derroche

Ahora, la gran pregunta es por qué las marcas no donan esas toneladas de ropa a quienes la necesitan. ¿Por qué favorecen la creación de basurales altamente contaminantes y un cirujeo doloroso? Sobran preguntas y busco respuestas, por eso recurro a Laureano Mon, el hombre que nos hace pensar desde que comandaba aquellas memorables jornadas de análisis en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Hoy vive en Francia y es cofundador de The Sprout Studio, una agencia consultora dedicada al reporte de tendencias sociales y entrenamientos online para quienes quieran transitar un proceso completo de innovación.

Necesito que hablemos del “sistema de la moda” porque ni Roland Barthes se atrevió a tanto. ¿La sobreproducción es la auténtica basura tanto a nivel ecológico como humano? Mon responde: “El modelo de consumo actual está basado en el exceso y el derroche, subsiste porque genera en las personas la sensación de que necesitan siempre algo más para ser o pertenecer. No es una lógica basada en la solidaridad, por ello las marcas no donan los excedentes”.